Nº 151ENERO - 2006HISTORIA DE LA INICIATIVA.
Por una Milicia Noviolenta

Textos tomados de la página web: www.milicianoviolenta.net—Gonzalo Arias

Milicia
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¿Serán balas

 ofensivas...

 o defensivas?

Este espacio informático se dedica a una petición cursada el 12 de septiembre de 2005 y encaminada a abrir un debate “sobre la posibilidad y la conveniencia de crear una MILICIA NOVIOLENTA”. La petición, apoyada inicialmente por 202 firmas, iba dirigida al Congreso, al Senado y a cada una de las Asambleas Legislativas de las Comunidades Autónomas.

 

Prescindiendo de antecedentes más remotos, la idea de un ejército o de un cuerpo más o menos disciplinado que no utilice armas de muerte, pero que luche verdaderamente por la paz con métodos noviolentos, puede rastrearse desde Gandhi con diferentes denominaciones y diversos enfoques: Ejército de Paz, Defensa Civil Noviolenta, Defensa Popular Noviolenta, Transarme, Brigadas de Paz, Fuerza de Paz Noviolenta, Ejército Incruento, etc.

 

Conviene advertir de inmediato que si bien en estos planteamientos predominó en un principio la idea de defensa (contra un enemigo exterior o contra una amenaza golpista a un régimen democrático), pronto hizo su aparición un cierto concepto de ataque noviolento, en la medida en que la comunidad internacional reconoce la existencia de un derecho e incluso un deber de intervención en terceros países en defensa de las poblaciones oprimidas y de los derechos humanos.

 

Por supuesto, el lector desprevenido se preguntará cómo se puede combatir o atacar no ya sin matar, pero sin utilizar o esgrimir siquiera armas de muerte. Siga leyendo, y encontrará las respuestas.

 

También conviene marcar desde esta “Introducción” la diferencia entre los planteamientos que podemos llamar no gubernamentales y los gubernamentales.

 

Los primeros tienden a desconfiar de toda iniciativa que venga de las actuales estructuras gubernamentales o estatales, sin duda por aquello de que, según nos enseñan los tratadistas de la ciencia política, el Estado tiene “el monopolio legal de la violencia”. En esta línea se inscriben diversas organizaciones no gubernamentales (ONG) de indudable mérito que envían activistas noviolentos a escenarios bélicos, pero que difícilmente podrían movilizar a un personal suficientemente numeroso para presionar decisivamente sobre las fuerzas bélicas. Quizás el caso más ilustrativo en nuestros días es el de Nonviolent Peace Forces (entre nosotros y especialmente en Cataluña Forces de Pau Noviolentes), que a pesar de manejar miles de dólares no ha conseguido enviar a Sri Lanka, como primer experimento de intervención noviolenta en un conflicto armado, más allá de un par de docenas de voluntarios.

 

Los planteamientos gubernamentales se rinden a la evidencia de que solo los Estados (o las Naciones Unidas, si contaran con el apoyo de unos cuantos de sus Estados Miembros) tienen capacidad para reclutar, movilizar y organizar un nutrido cuerpo noviolento de intervención. ¿Utopía? Ahí está el quid. Se trata de trabajar para que esta utopía de hoy pueda ser una realidad mañana.

 

La Petición relativa a una Milicia Noviolenta tiene su antecedente en la propuesta de “Ley de Opción por la Paz” que lancé en 1994, a la que se dedican los dos capítulos finales de mi libro El ejército incruento de mañana.

 

En los once años transcurridos se han producido novedades que por una parte podrían dar nueva vigencia a aquella iniciativa, pero que por otra parte hacían necesaria una revisión del texto puesto entonces en circulación. Las principales de estas novedades son:

 

Þ 1. La victoria  de objetores e insumisos con la abolición del reclutamiento forzoso, y la consiguiente crisis para un ejército que no consigue el número de voluntarios que desearía.

 

Þ 2. La promulgación de una Ley Orgánica reguladora del Derecho de Petición. No es que sea importante el reconocimiento legal de un derecho que es evidente en sí mismo, pero puede ser interesante la obligación que el poder político se autoimpone de acusar recibo y de tramitar y contestar adecuadamente las peticiones, exponiendo “las razones y motivos por los que se acuerda acceder a la petición o no hacerlo.”

 

Þ 3. La adopción oficial, en otros países europeos, de la defensa noviolenta, defensa no militar o resistencia cívica como uno de los componentes del sistema general de defensa. Suecia fue en 1994 el primer país que dio ese paso, después de varios decenios de reuniones y debates infructuosos entre noviolentos, políticos y militares. Estonia, Letonia y Lituania, en cuyo proceso de independencia frente a la todavía poderosa Rusia tuvieron un papel relevante los métodos de resistencia noviolenta, adoptan después para sus funcionarios programas de formación para la resistencia noviolenta basados en la desobediencia cívica. Significativo es también el caso de Italia: gracias a una petición apoyada por miles de firmas, se consigue que la Cámara de Diputados apruebe una ley sobre la formación de 20.000 objetores de conciencia al año para constituir un verdadero cuerpo de defensa noviolenta. La promulgación de la ley, sin embargo, tropezó con el veto del Presidente de la República. Los autores de quienes tomo estos datos (J. Marichez y X. Olagne, La guerre par actions civiles, 1998) observan una evolución hacia el pragmatismo de los grupos y movimientos noviolentos, que aceptan que los gobiernos consideren la defensa civil noviolenta como complemento de la defensa armada. “Aunque la coexistencia entre formas armadas y no armadas de defensa plantee problemas delicados e incluso agudos (…) la idea de una cierta complementariedad encuentra cada vez más adeptos entre los investigadores, pues es realista y permite avanzar.”

 

Þ 4. El extraordinario desarrollo de la informática en estos años. En 1994-95, el vehículo para el debate sobre la primera LOP fue básicamente el correo tradicional. Hoy, todos somos conscientes de las enormes posibilidades que abre Internet, tanto para el debate como para la recogida y la presentación de firmas.

 

Þ 5. Mi propia evolución personal. En mi última carta circular sobre la LOP (agosto de 1995), a los corresponsales que me pedían que reconsiderara mi negativa a la vía intermedia de una coexistencia temporal de defensa violenta y noviolenta, respondía así: “…si descarto (para mí) la vía intermedia de que se trata y que muchos proponen no es por intransigencia doctrinal, sino más bien porque el papel que personalmente me he propuesto es el de proponer una especie de carta básica de la defensa noviolenta, a manera de texto de referencia o bandera levantada que señale una meta más bien que un camino. Puede que un día haya que negociar y rebajar el listón de las aspiraciones. Pero ahora, cuando el Estado y la sociedad nos ignoran simplemente y ni en sueños (seamos realistas) piensan en negociar con nosotros, ¿para qué recortar la fuerza de la utopía?”  Pues bien, he cambiado de opinión. A ello han contribuido en no poca medida los debates de los dos Encuentros Internacionales “Castell de Figueres” por la Cultura de la Paz, con participación de civiles y de militares.  En las circunstancias actuales ya no me parece imposible conseguir que el Estado y la sociedad dejen de ignorarnos simplemente, y se avengan a comenzar un cierto diálogo.

 

Con estos antecedentes y después de varios tanteos, maduró finalmente la Petición relativa a Una Milicia Noviolenta. Véase adjunto el texto definitivo.

 

Descartada mi primera esperanza de que alguna ONG o institución tomara como base esta propuesta para una gran campaña de recogida de firmas, me he decidido al fin por la iniciativa individual, aunque buscando el apoyo de tantas firmas como sea posible. La ocasión para una primera recogida de firmas la brindó el XXV Congreso de Teología, sobre el tema Cristianismo y violencia (8-11 de septiembre de 2005). No extrañará pues que entre tales firmas figuren nombres como Casiano Floristán, Julio Pérez Pinillos, Benjamín Forcano, Carlos Jiménez de Parga, etc. Pero, aunque el número de firmas no afecte al contenido del derecho de petición, no se excluye la posibilidad de recibir nuevos apoyos de manera sistemática y organizada. Me gustaría recibir sugerencias y propuestas a este respecto, así como sobre la manera de conseguir que la prensa se haga eco de esta iniciativa.

Lo que textualmente se pide mediante esta iniciativa  es que Las Cortes, el Senado y las representaciones populares en las comunidades autónomas  “abran un debate” sobre la posibilidad de una “milicia noviolenta”. Pero debe quedar claro que nuestro optimismo no llega hasta el extremo de pensar que nuestra clase política esté actualmente preparada para acoger una idea tan revolucionaria. En rigor, el objetivo inmediato que se persigue es suscitar un debate público sobre la cuestión.

Aprovechar la reglamentación del derecho de petición, según la cual los órganos de la administración receptores de la petición están obligados a responder exponiendo sus razones para acceder a la petición o denegarla, nos ha parecido una buena manera de obligar a reflexionar no solo a los políticos, sino si es posible a periodistas, moralistas, escritores y ciudadanos en general, sobre lo absurdo del actual modelo militar de defensa y la conveniencia  de sustituirlo por otro más humano y racional.

Milicia Noviolenta ¿Qué pretendemos?