Liga Nacional por la Democracia (NLD), con ella como secretaria general. El 21 de junio de 1989 la tropa ametralló una manifestación encabezada por Aung San que exigía el respeto de los Derechos Humanos, provocando cientos de muertos. Antes, el 5 de abril, la líder opositora protagonizó otro dramático episodio cuando, en el curso de una protesta en el delta del Irawady, se enfrentó imperturbable a una unidad de soldados que la apuntaban. En un desenlace previsible, el 20 de julio siguiente fue detenida y puesta bajo arresto domiciliario en Rangún, mientras la NLD ordenaba a sus seguidores evitar toda confrontación con la milicia. En tales circunstancias, no pudo participar en las elecciones del 27 de mayo de 1990; organizadas bajo supervisión militar, en ellas la NLD obtuvo el 60% de los votos y 396 de los 485 escaños del Parlamento. El régimen, que había presentando a la consulta el nuevo Partido de la Unidad Nacional (sucesor del BSPP), se vio sorprendido con tamaña derrota. Desdiciéndose de sus promesas, anunció que las elecciones no habían sido a una asamblea legislativa, sino constituyente, de manera que hasta que no estuviera ultimada una nueva Carta Magna (en los tiempos y con las condiciones que el Ejército dictase) no habría transferencia de poder a los civiles. Como medida de protesta, un grupo de diputados electos de la NLD liderados por Sein Win, primo de Aung San, formó en el exilio un Gobierno de Coalición Nacional de la Unión de Birmania (NCGUB), en el que también obtuvieron presencia la Alianza Democrática de Birmania, el Frente Nacional Democrático y otras organizaciones opositoras. Durante su reclusión, Aung San, menuda, de aspecto frágil pero distinguido, reveló un carácter templado y una orgullosa determinación, animando a los ciudadanos a no flaquear y asegurando su convicción en la victoria final de la causa democrática. Amenazada con un proceso judicial por el SLORC si no aceptaba el exilio, hizo saber que abandonaría el país a condición de la puesta en libertad de los presos políticos, la transferencia del poder a un gobierno civil, la convocatoria de la Asamblea electa y la emisión de un discurso suyo sin censura por la radio y la televisión. Los militares no accedieron, pero tampoco se atrevieron a llevar a la práctica sus amenazas, por las reacciones internas y externas que pudieran derivarse. En todo caso, dispusieron una reforma legal con carácter retroactivo (agosto de 1991) con el único objeto de amparar su detención durante un período de cinco años sin cargos ni juicio. Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, su propósito de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado el 14 de octubre de 1991 con el premio Nobel de la Paz, en atención a su "lucha no violenta en pro de la democracia y los Derechos Humanos", y por constituir "uno de los ejemplos más extraordinarios de coraje civil en el continente asiático en las últimas décadas". En su nombre recogió el galardón el mayor de sus hijos, Alexander, de trece años. Ya antes había sido honrada con los premios Rafto de los Derechos Humanos (octubre de 1990) y Sajarov de la Libertad de Conciencia (julio de 1991) concedido por el Parlamento Europeo. A partir del Nobel, la líder de la resistencia civil birmana sería repetidamente laureada, incluyéndose el premio Simón Bolívar (Venezuela, 1992) y la medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos (2000). En 1992 el SLORC accedió a que recibiera visitas y al año siguiente retiró la guardia apostada a la entrada de su residencia en la avenida universitaria de Rangún (o Yangón, nuevo nombre dado a la capital en junio de 1989 por el SLORC, cuando pidió a la comunidad internacional que en lo sucesivo se refiriera a Birmania como Unión de Myanmar o, para ser más exactos, Myanma, que es como los birmanos han llamado a su país desde antes de llegar los colonizadores británicos) y le permitió pasar las Navidades con su familia. Incluso el 20 de septiembre de 1994 el presidente del SLORC y jefe del Estado, general Than Shwe (sustituto de Saw Maung el 23 de abril de 1992), se reunió con ella para mantener una "discusión amistosa". Finalmente, el 10 de julio de 1995, en un gesto destinado a relajar las muy difíciles relaciones con la comunidad internacional, el SLORC, resuelto no obstante a seguir ignorándola, le levantó el arresto domiciliario. Vigilada de cerca por los servicios de seguridad, reanudó los contactos políticos con los miembros de la NLD y el NCGUB, y viajó por el país para mantener viva la causa de la democracia. El 10 de octubre de 1995 recuperó la secretaría general de la NLD, de la que había sido descabalgada años atrás por discrepar con otros dirigentes sobre la estrategia a adoptar con el SLORC y en cumplimiento con la prohibición por éste de cualquier tipo de liderazgo orgánico en los partidos. La consecuencia inmediata del retorno de Aung San a la jefatura del partido fue su retirada, el 28 de noviembre, de la Convención Nacional convocada por la Junta en enero de 1993 para la elaboración de la Constitución, cuyo borrador, entre otros puntos gravemente restrictivos de un Estado democrático de Derecho, reservaba a los militares el 25% de los escaños del Parlamento. Este posicionamiento inequívoco, que se tornaba inquietante por su efecto publicitario, de cara al congreso de la NLD convocado para septiembre de 1996, condujo a la Junta a imponerle a Aung San de nuevo el arresto domiciliario en vísperas de aquella fecha prevista. Cuando el congreso se pospuso hasta el 27 de mayo de 1997, en el séptimo aniversario de la victoria electoral de la Liga, las autoridades prohibieron la convocatoria, pero luego rectificaron y permitieron que el congreso pudiera celebrarse el 27 de mayo del año siguiente, en el ámbito restringido de la vivienda de la propia líder del partido, esto es, convenientemente vigilado. La Dama del sarong -el atavío tradicional birmano- y el cabello recogido ha mantenido hasta la fecha un particular y extenuante pulso con la Junta, que el 15 de noviembre de 1997 adoptó el nombre de Consejo de Estado para la Paz y el Desarrollo (SPDC), caracterizado por la paciente tenacidad, típicamente budista, de ella como contraste con la razón de la fuerza que exhiben los generales, quienes justifican su resistencia a abandonar el poder por la presunta falta de preparación del pueblo birmano para la democracia. Ella, por un lado, ha pedido que se mantenga la presión internacional contra la dictadura, que en los últimos años ha cosechado algunos éxitos diplomáticos con los países vecinos de la península indochina y el sudeste asiático (ingreso en la ASEAN, la Asociación de Naciones de este área geográfica, el 20 de mayo de 1997; cooperaciones bilaterales con Tailandia, Vietnam y Camboya). Con todo, la ONU ha denunciado puntualmente cada año el ominoso panorama de los Derechos Humanos en el país y Estados Unidos y la Unión Europea han mantenido un riguroso paquete de sanciones. Por otro lado, Aung San realizó dos azarosos intentos, en julio de 1998 y en agosto de 2000, de evadirse del cerco de las tropas que la vigilaban para reunirse con miembros de la NLD, sobre cuya militancia no ha cesado en ningún momento una represión implacable, con arrestos masivos y numerosas condenas a penas de prisión. Ambas salidas fueron frustradas por las fuerzas de seguridad después de que representara actos de resistencia pacífica con el objetivo -para los generales, exclusivo- de captar la atención internacional. Así, en la primera ocasión estuvo plantada 13 días en un cruce de carreteras hasta que unos amagos de deshidratación urgieron su retorno a Rangún en una ambulancia. En la segunda, que duró nueve días, permaneció igualmente bloqueada dentro de su vehículo en un camino rural cerca de la capital. La muerte del profesor Aris el 27 de marzo de 1999 en Londres, tras rechazar las autoridades birmanas una solicitud de entrada para visitar a su esposa (a la que no veía desde enero de 1996) cuando el cáncer de próstata que padecía se adentraba en su fase terminal, pareció a los ojos de la comunidad internacional un acto gratuito de crueldad. La Junta rechazó cualquier imputación declarando que había ofrecido a Aung San su salida a Oxford, pero que ella se negó. Sin duda, la premio Nobel temió que no la dejaran entrar en el país a su regreso. El caso es que la Junta no ha ahorrado las invitaciones de exilio a su eminente y enojosa semirreclusa, jugando con el elemento de la separación familiar, como una manera rápida de deshacerse de ella. Un capítulo de esta táctica de acoso psicológico sucedió en abril de 1999 cuando al hijo menor de 12 años, Kim Htein Lin, se le permitió reunirse con su madre por unas horas en el aeropuerto de Rangún. En enero de 2001 se anunció que Aung San y representantes de la Junta mantuvieron conversaciones directas con vistas a iniciar un diálogo abierto dentro de un proceso de reconciliación nacional. |
Jody Williams (EE. UU.): 1997 |
JODY WILLIAMS Y LA ACCIÓN INTERNACIONAL
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«¿PROHIBICIÓN DE LAS MINAS TERRESTRES? ¡NUNCA!»
Jody Williams A finales de los años ochenta, un ex sargento británico se trasladó a Afganistán para realizar labores de asistencia humanitaria en un país que se encontraba en ruinas tras los años de ocupación soviética. Estaba decidido a poner en marcha programas de desarrollo agrícola, pero se topó con un terrible obstáculo: el suelo de todo el país estaba sembrado, pero de «semillas de muerte». Cientos de miles de minas antipersonal desperdigadas por los campos amenazaban con mutilar o matar a cualquiera que intentase cultivar la tierra. El ex militar terminó por colaborar en la creación de uno de los primeros programas de eliminación de minas del mundo. Otras organizaciones llevaban ya años trabajando en decenas de países para proporcionar prótesis a las víctimas de las minas. El sentimiento de que no bastaba con limitarse a aliviar el sufrimiento de las víctimas se hacía cada vez más intenso. Entonces, las organizaciones de defensa de los derechos humanos publicaron un informe escalofriante, «La guerra cobarde: las minas en Camboya», que contribuyó a fraguar un incipiente movimiento a favor de la prohibición. Aturdidas por el devastador impacto que las minas tienen en las personas y en sociedades enteras, las organizaciones comenzaron a impulsar mociones encaminadas a la prohibición de estas armas. Sus esfuerzos humanitarios hicieron comprender a éstas y otras organizaciones civiles la seriedad y amplitud del problema de las minas antipersonal. Su experiencia en este campo impulsó a las organizaciones a unirse en un esfuerzo común que tenía por objetivo la prohibición mundial de las minas antipersonal y dotó a la campaña de autoridad moral. La Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Terrestres (ICBL — International Campaign to Ban Land Mines) se puso oficialmente en marcha en Nueva York en octubre de 1982. Seis organizaciones publicaron un «Llamamiento conjunto para la prohibición de las minas antipersonal» y decidieron celebrar la primera conferencia internacional sobre minas antipersonal patrocinada por organizaciones civiles; constituyeron un comité de dirección y designaron a Jody Williams como coordinadora. Para aquellas organizaciones civiles, y para las más de 1.200 de 75 países de todo el mundo que posteriormente ratificaron el «Llamamiento conjunto», la cuestión era sencilla y la petición, clara:
¨ 1) prohibición internacional del uso, fabricación, almacenaje y comercio de las minas antipersonal; ¨ 2) mayores recursos para las actividades humanitarias de eliminación de las minas y para la asistencia a las víctimas. Con el fin de conseguir estos objetivos, la ICBL reconoció que las distintas organizaciones civiles que la componían tendrían que trabajar en los ámbitos nacional, regional e internacional con el fin de concienciar la opinión pública y para crear la voluntad política necesaria para lograr la prohibición de estas minas.
Educar al público sobre los horrores que producen las minas antipersonal y sobre la necesidad de su prohibición resultó ser sorprendentemente sencillo. No lleva mucho tiempo a los soldados o a los civiles comprender que las minas antipersonal son, de hecho, muy distintas a otras armas. Una vez que el soldado las ha colocado y se aleja de ellas, la mina no puede distinguir entre combatientes y civiles. Cuando se declara la paz, la mina no reconoce dicha paz y sigue mutilando y matando personas, la mayoría civiles y no pocos niños.
Exhortan a EE.UU. a no ‘vengarse’
La Premio Nobel de la Paz, Jody Williams, de origen norteamericano, hizo un fuerte llamado al gobierno de Estados Unidos a no emprender acciones militares, en ninguna parte del mundo, que pongan en riesgo la vida de civiles, porque considera que esa actitud los pondrían al mismo nivel de las acciones terroristas de las que fueron víctimas, por ejemplo, el 11 de septiembre.
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