Nº 197MARZO - 2010
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Shrin Ebadi (Irán): 2003

"Los derechos humanos son compatibles con el Islam", Shrin Ebadi.

 

Por undécima ocasión el Premio Nobel de la Paz fue otorgado a una mujer. La activista iraní Shirin Ebadi, fué distinguida por su compromiso con los derechos humanos y su lucha contra el hermetismo islámico.

 

La abogada iraní, Shirin Ebadi fue la primera juez en los tiempos del Sha en Irán y poco después fue presidenta de la Asociación de Jueces de su país. Cuando las fuerzas radicales islámicas subieron al poder, fue obligada a abandonar la judicatura. Sin embargo, la creyente musulmana es representante de los esfuerzos democratizadores en un país incluido por el gobierno de Estados Unidos en el ‘eje del mal’. Ebadi participó en la campaña que llevó a la presidencia iraní al reformista Mohamed Jatamí y ha pagado varias veces con la cárcel su compromiso con la modernización de un país

acosado por un poder judicial controlado por las fuerzas integristas islámicas.

 

Sorpresiva elección

                          

Su elección fue recibida como una sorpresa. Se hablaba del Papa Juan Pablo II y de Vaclav Havel, entre otros, como posibles candidatos. El Comité Nobel eligió a una abogada iraní. Una mujer apenas conocida en Occidente, pero nadie pone en tela de juicio la merecida distinción de la activista de 54 años. Su incansable labor a favor de los derechos de las mujeres, de los perseguidos políticos y de los niños, ha sido constante, pese a los numerosos encarcelamientos arbitrarios de que ha sido víctima.

 

"No se ha dejado extorsionar, pese a las amenazas contra su propia persona", aclaró el Comité en Oslo. Con su decisión, el Comité Nobel ha lanzado una señal a favor del diálogo entre las culturas y las religiones y en defensa de un Islam moderado.

 

Una guerra desigual

 

La portadora del Premio Nobel de la Paz 2003, ofreció una conferencia de prensa sin llevar el tradicional pañuelo con el que las mujeres iraníes se cubren el pelo. Ebadi lamentó que mucha gente viole los derechos humanos en nombre del Islam y reconoció que el balance es muy negativo en este campo en muchos países musulmanes. También criticó las amenazas de Washington a Teherán, diciendo que "ningún país tiene derecho a imponer sus leyes a otra nación". También expresó su preocupación por la situación en los territorios palestinos, calificándola como ‘una guerra desigual, de piedras contra un ejército muy bien armado’. La combativa abogada, que trabaja en defensa de intelectuales, disidentes y mujeres, en una sociedad donde el hombre impone su ley, escudado en el fundamentalismo religioso, dijo que el premio le da energías para continuar su lucha. Actualmente es catedrática de la Universidad de Teherán y asume como abogada, casos políticamente arriesgados, que sus colegas declinan por temor.

 

Ebadi: "Hay que redescubrir el Islam, no el de las jerarquías sino el de la gente".

 

Terminada la universidad, en los años anteriores a la victoria de la Revolución Islámica, se convirtió en la primera mujer que presidió un Tribunal de Familia. Fue este cargo el que le convenció que tenía que dedicar toda su vida a la defensa de los niños, que consideraba víctimas de injusticias en una sociedad construida a medida de adultos, y a la familia, que tiene la obligación de defender la infancia.

 

Excluida

 

Con la llegada de Jomeini y la victoria de la Revolución Islámica, Shirin Ebadi, como tantas otras mujeres que vestían la toga de la magistratura, fue excluida. Entonces, sólo le quedaba la elección de continuar su misión de abogada y profesora de la Universidad de Teherán.  Más tarde, tuvo que defender a las víctimas adultas del sistema, los estudiantes arrestados en las manifestaciones y las familias víctimas de la represión. Una elección que le obligó a renunciar a su libertad.

 

 

"La cárcel es una experiencia que cualquier abogado o magistrado tiene que probar si quiere continuar administrando Justicia".

 

Su misión

 

Shirin Ebadi consideraba la administración de Justicia no como una profesión sino como una misión, sobre todo si en medio estaban los derechos de los niños.

 

Shirin no se considera una revolucionaria, ella no quiere hacer ninguna revolución sino que pretende cambiar las cosas utilizando la ley, la lógica y el sentido común.

 

Su última batalla ha sido a favor de los niños abandonados, que en Teherán y en otras metrópolis del mundo viven en la calle sin protección.

 

Igualdad para las mujeres

 

Cuando las mujeres fueron expulsadas de la magistratura por orden de Jomeini y con la excusa de que a las mujeres no se les reconoce en el Islam el derecho a administrar Justicia, Shirin con otras magistradas formó un grupo para estudiar el Islam.

 

Durante años ha leído todo lo que había sobre la ley, sobre los derechos y los deberes de la mujer en los textos religiosos. Al final logró encontrar las razones suficientes para convencer a los ayatolá que las mujeres pueden administrar la justicia. Gracias a su tenacidad desde hace algunos años, las mujeres han vuelto a los tribunales como jueces y magistrados. Además del sentido común, su tenacidad es otra de las principales virtudes de una mujer que ha salvado a decenas de niñas de matrimonios forzados. Impedir que las niñas de 9 años, en base a la ley coránica, pudieran ser dadas como mujeres a hombres adultos y a veces ancianos, ha sido una de las batallas a las que se ha dedicado y continúa dedicándose. Shirin cree en el Islam pero no se cansa de repetir que entre su Islam y el que aplican los ayatolá hay un espacio enorme. "Su Islam empuja a una niña de 9 años a los brazos de un hombre adulto, no es la misma fe en la que creo yo, donde los niños están considerados el futuro de la humanidad", "Hay que redescubrir el Islam, no el de las jerarquías sino el de la gente". Ésta es una de las frases que repite la primera iraní que ha recibido el Premio Nobel de la Paz.

Wangari Maathai (Kenia): 2004

La keniana Wangari Maathai se convierte en la primera mujer africana en obtener el Nobel de la Paz. Veterana luchadora por el medio ambiente, los derechos básicos y las libertades en su país. Se convierte, así, en la primera mujer africana que recibe este premio. La activista ecologista ha obtenido el Premio Nobel de la Paz "por su contribución al desarrollo sostenible, a la democracia y a la paz". Esta es la primera vez que el Comité Nobel noruego otorga el galardón a una mujer africana.

 

Según Wangari Maathai, la defensa del medio ambiente y la promoción de la paz están estrechamente vinculadas. La causa ecológica "es un aspecto importante de la paz porque, cuando los recursos se hacen escasos, luchamos para obtenerlos", afirmó tras ser informada del galardón. Nacida hace 64

años, Wangari Maathabi cuenta con amplio reconocimiento internacional por su incansable defensa de la democracia, de los derechos humanos y del medio ambiente. Fue la primera mujer que obtuvo un doctorado en África Oriental y Central.

 

La galardonada es también la responsable del nacimiento de la conciencia medioambiental en su país, especialmente entre la población rural y sobre todo entre las mujeres. Es miembro activo del Consejo Nacional de Mujeres de Kenia, que presidió desde 1981. En 1977 impulsó el llamado 'Movimiento del Cinturón Verde', el principal proyecto de plantación de árboles de África cuyo objetivo era promover la biodiversidad creando al mismo tiempo empleos para las mujeres y mejorando su imagen en la sociedad. De hecho, desde su creación se han plantado alrededor de 30 millones de árboles por todo el país y se han creado al menos 80.000 puestos de trabajo en los viveros, sobre todo para mujeres.

 

Luchadora por las libertades

 

Maathai fue también una activa luchadora por las libertades en su país. Destacó por acusar abiertamente al dictador Daniel Arap Mpi (1978-2002) y a su Gobierno de corrupción y de apoderarse de fondos de la ayuda internacional. Por su lucha en favor de los derechos humanos, la emancipación de las mujeres, la no violencia, la sustentabilidad ecológica y la democracia fue acosada por las autoridades a lo largo de los años ochenta y detenida reiteradamente sin cargos a lo largo de los noventa.

 

Además, participó en la formación del opositor Foro para la Restauración de la Democracia (FORD) y en 1992 fue golpeada por la Policía mientras mantenía una huelga de hambre en el Parque Uhuru en compañía de las esposas y madres de presos políticos, cuya liberación reivindicaba. Asimismo, su oposición a un proyecto de construcción en la selva apoyado por el presidente, atrajo en 1998 la atención mundial.

 

Colaboración con la ONU y ministra de medio ambiente

 

En diciembre de 2002 entró como diputada en el Parlamento por un margen abrumador (27.992 votos frente a los 554 de su rival más directo), hasta que finalmente fue nombrada por el actual presidente Mwai Kibaki, en enero de 2003, para el cargo de ministra adjunta (secretaria de Estado) de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Vida Salvaje de su país.

 

Maathai fue miembro también del Comité de Selección del Premio Sasakawa del Medio Ambiente del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Tras su designación como secretaria de Estado, el director ejecutivo del PNUMA, Klaus Toepfer, envió una carta a Maathai en la que le decía: "Siempre hemos admirado su valiente posición respecto a los asuntos medioambientales. Su voz siempre se ha oído en defensa de los menos afortunados".

 

"La paz en la tierra depende de nuestra habilidad de asegurar el ambiente en que vivimos. Maathai está al frente de la lucha para promover un desarrollo ecológicamente viable en lo social, económico y cultural, en Kenia y Africa. Ha tomado una perspectiva holística en el desarrollo sostenible que abarca democracia, derechos humanos y los derechos de la mujer en particular. Ella piensa globalmente y actúa localmente” se dijo, en la decisión del Comité Noruego del Nobel.

 

Shrin Ebadi, posa en la sede de la Federación Internacional de los Derechos Humanos en París, después de conocerse la noticia sobre el premio.