Nº 208MARZO - 2011

             Aquí es importante hablar de la daya, mujer muy solicitada en las noche de boda que se encarga de desgarrar el himen de las recién casadas en caso de no sangrar tras el acto sexual. Se encarga de introducir su uña larga en la vagina de la chica hasta que sangra. En algunas ocasiones esa sangre no es del himen sino de desgarros internos, las dayas no tienen estudios médicos y en muchas ocasiones ni siquiera trabajan con unas mínimas condiciones higiénicas. Otras veces, para lograr la mancha en las sábanas también se sirven de sangre de gallina o bien de haber acordado la fecha de la boda en día de menstruación.

 

         El honor de un hombre en la sociedad árabe estará a salvo si los miembros femeninos de la familia tienen sus hímenes intactos.

 

La mutilación física: la ablación

 

             La ablación es la extirpación o corte de parte o partes de los genitales externos de las mujeres. Es por tanto una agresión a la integridad física de las mujeres. Constituye o forma parte del  ritual de iniciación que se realiza a las niñas originarias de algunos países africanos. Entre sus consecuencias están: pérdida del deseo y el placer sexual, dolor en el coito, infecciones pélvicas con esterilidad, mortalidad materno-fetal por dificultad en los partos y muerte por hemorragia al hacer la ablación sin medidas sanitarias.

 

             La ablación se practica en algunos países africanos, bastantes de ellos de mayoría musulmana, como Egipto, Sudán, Somalia, Senegal, Gambia, Mali... Sin embargo la gran mayoría de pueblos musulmanes del mundo no la practican y en los países en que se realiza también la practican minorías no musulmanas (animistas, judías, cristianas coptas). Esto y otras razones hace suponer que es una costumbre preislámica que tras la islamización adquiere una nueva justificación.

 

             La razón principal por la que se sigue practicando la escisión es la importancia que en estas sociedades se sigue concediendo a la virginidad y a la conservación del himen intacto. Amputando los órganos genitales externos de las niñas, disminuirá su deseo sexual. La edad a la que se realiza esta práctica son los siete u ocho años.

La escisión de la mujer, el cinturón de castidad y otras prácticas salvajes aplicadas a las mujeres son el resultado de los intereses económicos que dominan la sociedad. El que estas prácticas existan todavía en la sociedad actual significa que estos intereses económicos aún son operativos. Los cientos de dayas, enfermeras, personal paramédico y doctores, ganan bastante dinero con la escisión de la mujer, se resisten a cambiar estos valores y prácticas que constituyen para ellos una fuente de beneficios. En Sudán existe un verdadero ejército de dayas que se gana la vida operando a las mujeres.

 

MARXISMO Y REVISIÓN DEL CORÁN

 

             Nawal Al-Sa’dawi, en su libro La cara desnuda de la mujer árabe trata de desenmascarar los mecanismos de opresión que se esconden bajo el concepto de honor de la mujer. En su discurso hay dos líneas, la crítica marxista al sistema de clases y la revisión del Corán.

             Al-Sa’dawi concibe la sociedad egipcia como un sistema “patriarcal y de clases” y ve la Ley Islámica como una forma de legitimar la opresión de ese sistema que ya era anterior al Islam. Así lo cuenta en la interpretación que hace del cambio de la sociedad matriarcal a la patriarcal:

 

En el antiguo Egipto, las mujeres sólo desempeñaron un papel destacado durante el imperio antiguo, es decir, antes de que se instaurara la propiedad privada de la tierra. (...). Durante la V dinastía, los grandes terratenientes reforzaron su poder y su control sobre el Estado, los hombres fortalecieron el sistema de familia patriarcal, para asegurar que la herencia de la propiedad fuera a manos de sus hijos. Con el sistema patriarcal, se desarrolló la poligamia, que daría lugar más tarde al concubinato y terminaría con la aparición de los hijos ilegítimos y el deterioro de la situación de las mujeres, a las que se relegaría a los puestos más bajos de la sociedad.”

 

                 Para asegurar la herencia, se desplazó a la mujer. La necesidad de los hombres de estar seguros que sus descendientes eran legítimos les impulsó a crear mecanismos de control para regular la vida sexual de sus hijas y esposas. Ese espíritu, según Al-Sa’dawi, lo recoge también el Corán, que concibe el matrimonio como un trato en el que la esposa recibe una manutención por satisfacer las necesidades de su marido, pero, como explica el artículo 67 de la ley sobre el matrimonio, “la esposa no recibirá ninguna pensión alimenticia si rehúsa a entregarse a su marido—y no está entre sus derechos el hacerlo—”. Un hombre puede repudiar a su mujer si tiene la sospecha que ésta le ha sido infiel, en cambio “un hombre puede mantener relaciones sexuales con cualquier mujer que no sea su esposa, sin que se considere que ha cometido adulterio”, la única condición que se le exige, explica Al-Sa’dawi, es que “en el momento de las relaciones él creyera que la mujer era realmente su esposa”. Aquí la escritora retoma la idea islámica de que la mujer es inferior en inteligencia al hombre y arguye “¿por qué a las mujeres no se les permite esto, si, como enseña la religión, precisamente ellas son menos inteligentes y devotas que los hombres?”.

 

El sexo: fin último de la vida de una mujer

 

                                  El honor de una mujer soltera depende del estado de su himen, el de una mujer casada de que no tenga relaciones extramatrimoniales. Siempre se la juzga bajo el prisma sexual, ya que, según el Corán, la finalidad de la mujer es el sexo y la conservación de la especie; mientras que la del hombre es alcanzar la sabiduría. Aunque, paradójicamente, la sexualidad de la mujer se considera impura, de ahí que se practique la ablación del clítoris, con el objetivo de disminuir el deseo sexual de la mujer así, cuando la niña llegue a la pubertad, podrá proteger su virginidad —su honor— con más facilidad.

            

             La feminista egipcia despedaza otra vez esta teoría poniendo de manifiesto la contradicción inherente en la educación de la mujer. Por una parte, su cuerpo debe ser puro, por lo tanto debe taparse pero, como su única misión en la vida es casarse, debe cuidar de su aspecto para seducir a su futuro marido. Esta contradicción se esconde bajo el honor. Una mujer respetable debe ser ingenua y pasiva en los temas sexuales, pero sin olvidar que debe satisfacer las pasiones de su esposo.

 

La poligamia y las clases sociales

 

             Según Al-Sa’dawi, los intereses económicos suelen ser el fundamento de la moral existente en un sistema económico que se basa en la propiedad privada, la explotación y la herencia. Aunque considera que, desde un punto de vista religioso, la moral se debería basar en valores humanos y se remite al Corán cuando se refiere a la salvación del alma: “Ni vuestra hacienda, ni vuestros hijos podrán acercaros a Nosotros. Alá estima a los más puros”(Al’Sa-dawi:196). Fruto de este punto de vista, es su explicación marxista sobre la opresión de la mujer, que se enmascara bajo el concepto de honor. El fragmento siguiente es un ejemplo del análisis marxista:

 

“El islam fomentó, pues, la libertad sexual de los hombres y su derecho a tener varias mujeres, concubinas y esclavas. Pero, de hecho, una vez más, eran los grandes propietarios de esclavos, los jefes de tribus y los hombres ricos los que podían disfrutar de esa libertad, ya que sólo ellos tenían los medios para comprar y mantener a tantas mujeres”. (Al-Sa’dawi:168)

 

               Por lo tanto, el poder económico es la base de la poligamia y es el que posibilita que los hombres tengan varias mujeres.

 

FEMINISMO E ISLAM

 

             En el Corán aparecen dos conceptos que están relacionados con los impulsos subversivos y poderes destructivos de las mujeres: nushuz y qaid. Ambos se refieren a la tendencia de las mujeres de ser ciudadanas de la umma — la comunidad musulmana—poco fiables y pasivas. Nushuz se refiere específicamente a las tendencias rebeldes de la esposa con respecto al marido en un ámbito en el cual la obediencia femenina es vital: la sexualidad. El Corán considera nushuz la decisión de la esposa de no satisfacer el deseo del marido de tener relaciones sexuales. Qaid es la palabra clave de la Sura de José, en la cual el profeta es perseguido por su esposa, que por ese motivo se la considera adúltera y poco escrupulosa.

 

             En el Islam, tal como explica el profesor Seyyed Hossein Nasr, el papel de los hombres y las mujeres se ve como algo complementario, más que competitivo. En el orden social, los deberes están divididos de tal forma que los hombres puedan realizar sus potencialidades como hombres y, del mismo modo, las mujeres deben tener “un papel en conformidad con el genio y la naturaleza de su sexo”.

 

         Estamos ante una sociedad que se estructura a partir de la segregación de sexos y que concibe a la mujer como un elemento destructivo endógeno. Pero, aunque a nuestros ojos occidentales, esta situación parezca irreconciliable con el movimiento feminista, no es así, es más, hay  tres tendencias feministas, con diferentes puntos de partida y comprensiones, que luchan para liberar a la mujer.

 

             Las tres tendencias feministas del mundo árabe se diferencian por la importancia que le dan a la tradición. La tendencia Islámica considera que la liberación de la mujer llegará con el abandono de la vida moderna; en cambio, la tendencia Laicista aboga por una aplicación de los derechos humanos y la separación de la religión y la sociedad. En un punto medio de estas dos posturas se encuentra la tendencia Musulmana que propone una relectura del Corán ya que considera que la ética subyacente en el Islam da más libertad a la mujer, el problema es que la tradición islámica ha desvirtuado la esencia. La postura que Nawal Al-Sa’dawi muestra en el libro The hidden face of Eve, publicado en el 1977 es un híbrido entre el feminismo musulmán y el laico, aunque más adelante, con el libro Mujer en punto cero que publicó en el 1990 radicaliza su postura hacia una tendencia más laicista y universalizante. El punto de referencia de este discurso se basa en los tratados internacionales, de los cuales Egipto es uno de los países miembros —por ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos—. A. Seif al Dawla, otra feminista egipcia, defiende esta postura al considerar que “los derechos de la mujer forman parte de los derechos humanos y que la lucha por ellos sólo deberá realizarse en el seno de un discurso laico. Pero un feminismo que no se justifique dentro del Islam está  condenado al rechazo del resto de la sociedad y, colgará de él la etiqueta de occidentalizante. Al-Sa’dawi lo sabe, por eso en sus libros hace una relectura del Corán.

 

             Leila Ahmed describe la sociedad Islámica como una combinación de “las peores características de la misoginia de las zona de Oriente Medio con un Islam interpretado de la peor manera posible”. Pero las críticas de las feministas musulmanas no se dirigen hacia el Corán, sino a la interpretación que han hecho las/los teólogos.

 

             Tanto las feministas islámicas como las musulmanas argumentan en favor de una forma de ijtihad —interpretación independiente basada en las exigencias modernas—, y muchos islamistas coinciden con las feministas islamistas en el sentido de que la mujer es capaz de asumir tareas que impliquen la interpretación de la jurisprudencia islámica y que la lleven a la intervención social y política. Ambos grupos de feministas —islámicas y musulmanas— estudian exhaustivamente los textos islámicos tradiciones para validar y justificar sus argumentos. Aunque hay una gran diferencia que las separa, la cuestión de lo occidental. Mientras que las islamistas aúnan el Islam con los tratados internacionales de derechos humanos; para las musulmanas, la opresión de la mujer viene precisamente porque trata de ser igual al hombre y, por lo tanto, se la sitúa en entornos no naturales y situaciones injustas que la denigran y la despojan de su integridad. Son las exigencias de una ideología occidental y culturalmente no auténtica.

 

PRECURSORES DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER ÁRABE

 

             En la actualidad, los países árabes son un campo de batalla en el que el neocolonialismo libra una guerra económica, política, social y cultural sin tregua, y en las que utiliza todas las fuerzas que tiene a su disposición. Los recursos y las riquezas naturales de éstos países siguen siendo propiedad de las fuerzas imperialistas, y son las grandes corporaciones multinacionales las que explotan sus tierras y extraen todas sus riquezas. La vida de la gran mayoría de la población no ha cambiado mucho: continúan viviendo en la pobreza, sufren enfermedades y se ven sumidas en la ignorancia.

 

             Durante la segunda mitad del siglo XIX, creció la resistencia popular a la dominación extranjera y local. Fue también una época de renacimiento del pensamiento y de las ideologías políticas. Yamal al-Din al-Afgani, uno de los precursores de este renacimiento, desempeñó un papel primordial en la propagación de ciertas ideas progresistas relativas a aspectos de la vida social. Uno de sus discípulos, Ahmed Faris al-Shidyac, publicó en 1855 un libro titulado Las piernas cruzadas, una de las primeras publicaciones en apoyo de la emancipación de la mujer. Éstos y otros teóricos realizaron una campaña a favor de los movimientos populares árabes contra el imperialismo. Entre los líderes más destacados cabe mencionar a Mamad ‘Abdu, que criticó la situación de la mujer y atacó con dureza la poligamia y el divorcio indiscriminado.

 

             A principios del siglo XX los periódicos Al-Manar, Al-Moktataf y Al-Hilala fueron una tribuna abierta desde la que muchas voces defendieron las ideas a favor de la liberación de la mujer. Las mujeres árabes participaron en la lucha por su emancipación. Entre las precursoras podemos citar a Aixa al-Taymuria y May Ziada, que lucharon infatigablemente para que las niñas tuvieran derecho a la educación.

 

             Las mujeres árabes entraron por primera vez a trabajar en las fábricas tras la Primera Guerra Mundial. Las mártires de la Revolución Nacional de 1919 salieron de las filas de estas trabajadoras y campesinas. El movimiento de las mujeres, se convirtió en un instrumento al servicio de los intereses de la Corona y de los partidos reaccionarios. En 1923 Hosa Shaarawi fundó la Federación de Mujeres, que sólo logró elevar la edad de contraer matrimonio a los 16 años. Las mujeres árabes han conseguido ciertos derechos sociales y familiares, porque algunos dirigentes políticos y pensadores se han dado cuenta de las nuevas necesidades económicas y sociales. Pero estos cambios no han afectado a los millones de mujeres humildes, trabajadoras en su hogar y analfabetas. Los problemas de las árabes varían de una clase social a otra.