Calzadas Romanas: Gonzalo compaginaba, como podía, su afición por las calzadas y vías romanas con su activismo y difusión de la noviolencia.  Reproducimos aquí la portada de la revista El Nuevo Miliario, del mes de junio, donde se muestran las portadas de algunas de las publicaciones de Gonzalo en estos dos campos que ocuparon casi toda su vida. También reproducimos en las páginas siguientes, el artículo que Hilde redactó para esta revista, con motivo de la petición que le hizo Carlos Caballero, miembro del Consejo de redacción. 

Recuerdos de Gonzalo:

 

           Me pide Carlos, que escriba algún recuerdo que tengamos mis hijos y yo sobre Gonzalo. Recuerdo sobre Calzadas Romanas hay pocos, aunque ponía en la portada del  “Miliario” que Hilde Dietrich era su secretaria. Confieso, que le ayudé muy poco, tan poco, que una vez se veía tan acorralado que tuvo la idea de poner en el “Miliario” mismo un anuncio, en el que buscaba a un “Becario” para vivir en casa y así poder ayudarle.  Se apuntó solo uno y ese vivía en  Caracas y era su primo Jaime. Desde entonces el buen Jaime no dejó de venir desde Caracas todos los años para echarle a Gonzalo una mano. Gonzalo solía trabajar siempre, aún en los días de fiesta y domingos. Menos mal que Jaime tuvo la osadía de protestar algún día.: Los domingos no se trabaja ni Hilde debe hacer comida porque los domingos saldremos de excursión a algún pueblo bonito, donde comeremos invitados por mí.” Así se quedó esa costumbre aunque no estuviera Jaime en casa y fue para mí también un alivio. Lo menos bueno fue que, antes de salir de excursión o los dos solos, de viaje, Gonzalo cogía el mapa y miraba si habría una posibilidad de combinar esa salida con la búsqueda de una calzada. Se nos iba el tiempo porque a veces se preguntaba a un viejito del lugar si se acordaba de algún camino antiguo empedrado o no, que condujera a tal sitio. Y, muchas veces no encontrábamos nada pero se había escapado mucho tiempo.

             Cómo recuerdo también al buen primo Jaime, él se murió en Caracas una semana después de Gonzalo. Recuerdo haber oído decir a Gonzalo en el teléfono: “A ver, quién se va antes tú o yo”.

             Como mi Gonzalo no sólo tenía esa afición sobre las Calzadas sino también sobre “La entrada y salida de alguna prisión”, tengo alguna anécdota que contar:

             Cuando la primerísima vez  que él estaba en la prisión de Carabanchel todavía vivíamos nuestros hijos y yo en Francia. Dado el fallecimiento del padre de Gonzalo, el juez le dio permiso a Gonzalo para asistir al funeral. De paso pidió Gonzalo un mes libre para poder trasladar a su familia desde Francia a España. Su abogado decía que no aprovecharía la ocasión para huir sino que se presentaría él mismo para volver a la prisión.

             Así fue: Nos ayudó en el traslado con muebles e instalarnos en la casa del Escorial tan bonita y escogida por él para que, dado que era verano, tuviéramos de paso un veraneo. Instalamos los muebles, él clavó clavos para los cuadros y, cuando estaba ya todo bonito y arreglado, él dijo: “Ahora me iré yo mismo a presentar”. Qué pena, decíamos nosotros.

             Se fue creo que a la Plaza de las Valesas, donde estaba antes el Juzgado, fue a la entrada de los calabozos. El guarda le pregunta: “Que quisiera, visitar a un recluso?” “No, entrar yo mismo.”

             Ya estábamos mas cerca de Gonzalo, ¡menos mal! Los domingos tuvimos la posibilidad de visitarlo. Uno yo solita y el otro con los hijos.  Me dijeron que desde El Escorial no tendría que pasar por Madrid para ir a Carabanchel sino por Pozuelo. Fui a Pozuelo pero no sabía que camino tomar. Vi a un cura con sotana al borde de la carretera y pensé: Le preguntaré a él que debe de estar acostumbrado a esas cosas. (Yo creía que Carabanchel era solo la prisión). El me contestó: “Sígame”. Cogió su coche y yo le seguí hasta la mismísima prisión. Ahí se despidió dándome la mano y deseándome mucha suerte.

             Al siguiente domingo les tocaba a los niños. Tenían 4, 6, 8, 10, 11, y 12  años en esa época. Nos levantamos pronto, se pusieron los bonitos trajes e íbamos a desayunar cuando yo dije: “¡No tenemos pan!” Diego, el segundo por abajo, dijo yo voy. Había una tiendecita abierta los domingos. Cuando volvió dijo ingenuamente: “Me preguntó la María que a donde voy tan elegante y le dije que a la prisión a ver a mi padre.” “¿Eso has dicho?” le gritaron todos los hermanos a la vez. Diego se quedó asustado y no sabía qué contestar.  Dije yo: “Ha dicho la verdad y no solo hombres malos entran en prisión sino muchas veces hasta muy buenos”. “Yo hablaré con la María y le contaré todo.” Entonces se quedaron tranquilos.

             Era una experiencia muy buena para los niños. Era un gran salón. A lo ancho de una pared estaban los locutorios (pequeños departamentos separados por tabiques) De frente tenían doble pared de grueso plástico agujereado para oír la voz. Veíamos a Gonzalo pero difícil oíamos la voz. Había que gritar mucho. Eso les pasaba a todos en quizás 20 apartamentitos en el salón. ¡Era un griterío! Pero los niños que estaban apegados al plástico, entendían todo y hacían mil preguntas. Gonzalo les decía que vivía como en un hotel, que tenía un patio para pasear, que le daban buena comida, etc. Gonzalo también les hacía preguntas a ellos y nos reíamos mucho. De repente se oyó un fuerte timbre y aparecía detrás de cada recluso un guardia que les invitaba a despedirse. Gonzalo cogió su pañuelo y lo movía en el aire. No hubo lágrimas sino todo lo contrario: A la salida, flanqueados por guardias se contaba uno al otro lo que le había dicho su padre. Se reían todavía y parecía que salían de un circo. Los guardias se quedaban asombrados. Luego les invitaba yo en un chiringuito a la Casa de Campo y así fue la fiesta entera.

             El colofón de todas las visitas a la prisión fue una muy especial: Era el día de la Patrona de los Presos. Como gran regalo había un decreto que los presos podían recibir para el día entero la visita de sus hijos conviviendo con ellos. Lo malo era que sólo se permitía la visita de niños y niñas desde un mes hasta los 8 años, así es que Marta, Diego y Mario. “¡Qué ilusión!” decían. Tempranito, sobre las 10 de la mañana, había que estar ahí en la verja cerrada de la prisión. Éramos un montón de madres ahí en la carretera. Madres con bebés en brazos, envueltos en toquillas con bolsas de pañales y biberones. Luego los chiquitines que apenas sabían andar y los más mayorcitos. Había una fila de guardias que se ponían a lo ancho de la verja abierta uno pegadito al otro. Empezaron por los bebés. Cogían a los bultos en brazos y las bolsas adjuntas y se los llevaban diciendo: “A las 6 en punto la recogida” Ya había otra fila de guardias preparada. Los siguientes por favor. Y casi al final les tocó a los mayorcitos. Cada niño con su guardia. Movían la mano para decir adiós y ya está. Adentro se les ponía a cada uno sus nombres al cuello y la galería a donde iban.

             ¡Qué ansia tenía yo a que dieran las 6 de la tarde! No fui mientras tanto al Escorial sino a la casa de una hermana que tenía en Aluche. Por fin, ya antes de las 6 estaba yo allí y no sólo yo. ¡Casi todas las madres! Hablábamos entre nosotras mientras esperábamos. ¡Ya se abre la puerta! y ya venían, uno por uno, los guardias con un paquete en brazos. Lo alzaban con los dos brazos al aire y gritaban: “¿De quien es esto?” Enseguida gritaba una mujer: “¡Mío, mío!” Por fin empiezan a correr los mayorcitos, esos no se dejan agarrar por la mano sino se abalanzan hacia la verja con globos en las manos y bolsas de caramelos como si volvieran de un gran festín. Diego, como siempre el descuidado, se cae en la rampa al salir pero rápido recoge sus caramelos y sigue a sus hermanos. Ni siquiera abrazos y besos sino gritos de alegría: “Nos bañamos en la fuente, comimos tarta y pasteles, jugamos con otros niños, era como un cumpleaños. Todos los presos se habían volcado con los niños, sean o no los suyos.  Como muchos presos prefieren la comida de casa,  y no como Gonzalo que comía el rancho, habían recibido comidas especiales aparte de la de la prisión que en ese día era especial, había de todo y de lo mejor, que los nuestros nunca habían ni probado. “¡En la cárcel se vive muy bien, hay de todo, mamá!”.

             Cuando, a los pocos meses volvió su padre, ya no decían: en la cárcel se vive mejor, lo mejor de lo mejor era, tener a su padre en casita, aunque siempre esté sentado en su despacho, porque siempre les escuchaba, nunca decía que está ocupado y, cuando venían los domingos, salíamos al campo, a ver otras ciudades o pueblos, como Ávila, Toledo o Segovia. ......

           Yo quiero añadir, que en la galería donde Gonzalo estaba con los presos políticos, me admitían, previamente inspeccionados, trabajos de parte de la UNESCO para que los tradujera, le admitieron su máquina de escribir y encima le descontaron días de prisión por redención de trabajo.

             Todo este relato parece muy bonito, contado así pero la realidad es otra, ya os podéis imaginar. Eran demasiadas veces, cada vez que entraba de nuevo le saludaba Marcelino Camacho: “¿Pero Gonzalo, otra vez aquí?”. Y Gonzalo respondía: “¿Pero Marcelino, todavía aquí?”. Ahí también pudo saludar a un buen amigo de Francia, al comunista Antonio Azcárate y a otros muchos más. Y no todas las veces fueron en Carabanchel, luego en Algeciras después de sus saltos de la verja desde Gibraltar. Ahí hasta los mayores, que, acostumbrados a sus aventuras, le acompañaron en ir o a nado o con barquita de goma para luego saltar la verja todos juntos. Sonia, Mario, Diego y Marta.

             Mario puede presumir de haber pasado algunos días en la prisión de Algeciras y Sonia, que fue a nado a Gibraltar, estuvo presa ahí poco tiempo porque escogió al abogado Sir Joshua Hassan que era entonces el Primer Ministro.

             Con la ayuda de Dios, eso si tengo que decir, lo hemos superado todo y hemos vivido 52 años juntos.

Dios gracias.

Hilde Dietrich

n ¿Habías oído antes hablar de Gonzalo Arias?

n Después de leer los relatos anteriores, haz una pequeña síntesis de 15 renglones, explicando quién era Gonzalo Arias.

n Busca en Internet, datos, noticias, fotos, etc., sobre Gonzalo Arias y elabora un pequeño cuaderno.

n ¿Qué dos actividades han fueron las más importantes y por las que es más conocido Gonzalo Arias?

n ¿Por qué llamaban Gonzalo y su mujer Hilde, el trabajo para la UNESCO en París, “La Jaula dorada”?

n ¿Qué temor tenía Gonzalo con su trabajo en la UNESCO?

n ¿Cómo se llamó su primera novela-programa?

n ¿Cuál era el contenido de esta novela-programa?

n ¿Qué era la noviolencia para Gonzalo?

n ¿Qué otros libros ha publicado Gonzalo que tienen relación con la noviolencia? Haz una relación y una pequeña síntesis de cada uno de ellos.

n Puedes mirar en la página web: www.gonzaloarias.net

n ¿En qué libro de GA., se recoge la Ley de Opción por la Paz?

n ¿Qué pretendía GA., con su acciones frente a la verja de Gibraltar?

n ¿Por qué se organizó una marcha desde Ginebra hasta la prisión de Valencia?   ¿Qué objetivo tenía esta marcha?

n ¿Quiénes eran los Objetores de Conciencia?

n Uno de los libros de Gonzalo se llama “El antigolpe”, ¿de qué trata este libro?

n ¿Cuál ha sido el último libro de Gonzalo?

n ¿De qué trata?

n Os proponemos que la clase lea los libros de Gonzalo Arias. Cada alumno elegirá el que desea leer, hará una síntesis del mismo y posteriormente en una puesta en común cada uno/a expondrá a toda la clase el resumen del mismo, ¿qué le ha sorprendido, o le ha llamado más la atención, con qué no está de acuerdo, etc. Se entablará un pequeño debate en torno al contenido de cada libro.

ACTIVIDADES

CUENTA DE AHIMSA: UNICAJA- 2103-0212-28-0010057835

Nº 184ENERO - 2009