Nº 173ENERO - 2008

No hay más que buscar en los objetivos terminales de cualquier programa educativo para ver que se presentan de manera transversal los objetivos de educación para la paz y la resolución de conflictos por la vía del entendimiento. No importa que las instituciones impulsadoras del proyecto educativo sean estatales o privadas. Pueden ser ministerios de cualquier signo, comunidades históricas y no históricas, diputaciones de mayoría conservadora o socialdemócrata, ayuntamientos nacionalistas o eco-comunistas. Y también centros de enseñanza privada desde la primaria hasta los postgrados, cursos de autoayuda o de idiomas y las mil fórmulas de educación complementaria a los sistemas más o menos reglados.

Sin embargo, si introducimos un término como "paz" en el programa que nos captura la información en la red veremos que los dígitos vuelven a caer. Encontramos un millón y medio de entradas menos... Quizás la paz esté menos presente en nuestra realidad mediática de lo que desearían los diseñadores de los programas educativos formales, no formales e informales. Tanto de los considerados de carácter público o de los concebidos como un mero negocio. Pero si en un curioso afán por ampliar estos datos introducimos en ese buscador conceptos que deberían estar distantes de la idea de "guerra" y más cerca de los de "historia" o "enseñanza" puede que se incremente nuestra perplejidad. "Libertad" está presente en 1.880.000 entradas, igualdad en 562.000 y un término como "justicia" aparece sólo en 248.000. Es impresionante lo lejos que nos encontramos de los casi cinco millones de "guerra" o los más de tres millones de "historia".

Es evidente que este muestreo no tiene nada de "científico". No pretende serlo. Si volviésemos a entrar mañana en el mismo buscador e introdujéramos las mismas palabras tendríamos cifras distintas. Pero curiosamente coincide con una realidad presente en los programas educativos aunque no lo esté en sus declaraciones de intenciones, es decir, en sus objetivos. Podemos afirmar que la historia que se enseña en la actualidad es una historia de la guerra.

Si hacemos un análisis de los contenidos veremos que en muchos casos los procesos de cambio en la historia vienen marcados por las más cruentas batallas. Los periodos históricos vienen determinados por las victorias de unos y las derrotas de otros. El motor del progreso y la historia es la conquista o expansión de unos pueblos sobre el resto. Los protagonistas son los grandes señores de la guerra como Alejandro, Julio Cesar, Carlomagno, Abd-el-Rahman, Jaume I, el Duque de Alba o Napoleón. Demasiadas veces la cultura, la sociedad, la economía o la política de tal o cual periodo histórico queda subordinada a la figura de éstos "protagonistas" de la historia. El hilo conductor de los contenidos destacados son los acontecimientos ligados al conflicto bélico de turno. En torno a la guerra. Como si el único escenario posible de la historia fuera el campo de batalla.

Así enseñamos que los conflictos se han solucionado con la imposición del ejército más fuerte sobre el más débil. Enseñamos que la cultura se ha difundido gracias a la expansión de las legiones romanas o que el liberalismo encontró un mayor eco por el expansionismo napoleónico. Que los Tercios llevaron a las Indias explotación y abusos, pero también abrieron el camino a los misioneros cristianos que alfabetizaron a los "poco civilizados" habitantes del nuevo continente. La Cruz y la Espada de nuevo unidas. La guerra fue la "solución" o el factor de "progreso". La enseñanza de la historia, por tanto, es una enseñanza de la guerra. Nuestra actual educación es más una educación para la guerra que no para la paz.

2. GANAR LA GUERRA, GANAR LA HISTORIA

Edward Hallet Carr (1984) dice "aprender de la historia no es nunca un proceso en una sola dirección. Aprender acerca del presente a la luz del pasado quiere también decir aprender del pasado a la luz del presente". Es decir, aprender del pasado para comprender el presente. Aprender del presente para comprender el pasado. Es una máxima muy conocida entre los historiadores. También entre el público en general. Al menos en su primer axioma. De acuerdo con ella... siempre y cuando tengamos en cuenta quién es el que escribe la historia tanto en el presente como en el pasado. Y se ha de tener muy claro que la historia en el pasado la escribieron los vencedores. Los ganadores de las mil guerras. Y, por tanto, debemos tener en cuenta que en el presente la historia también la están escribiendo los "vencedores". Sí. En el presente también.

Podemos encontrar los casos que queramos. En 1991, por ejemplo, el Ministerio de Educación japonés aprobó un nuevo y controvertido libro de texto que, en opinión de los críticos, minimizaba las atrocidades del ejército imperial en la primera mitad del siglo pasado. Se quería, por tanto, educar en una nueva visión de la historia. Ya Emma Goldman nos advertía que "cuando un niño se convierte en hombre, es minuciosamente saturado con la creencia de que ha sido elegido por el mismo Señor para defender su país contra el ataque o la invasión de algún extranjero. Es por ese propósito por el que clamamos por un ejército y armada mayores, más acorazados y munición. A la gente se le urge para que sean patriotas... incluso sacrificando a sus propios niños. El patriotismo requiere de la obediencia a la bandera, que significa obediencia y agilidad para asesinar al padre, la madre, el hermano, la hermana". Una visión del pasado que lleva a potenciar un determinado sentimiento patriótico y, a la larga, militarista.

Este libro fue ideado por la Sociedad Japonesa de la Reforma de Libros de Historia, grupo formado por profesores universitarios y políticos. Para suavizarlo el Ministerio insistió en que se efectuaran más de 100 cambios sobre el texto original. A pesar de ello, China y las dos Coreas se quejan de que la versión final todavía intenta justificar la agresión japonesa desde 1904 hasta 1945.

Los autores del nuevo libro de texto desean volver a despertar el orgullo nacional. Para ello, declaran que tratan de contrarrestar la idea "masoquista" de su historia que los Estados Unidos (vencedores) impusieron a Japón (vencidos). Así, el libro minimiza la responsabilidad de Japón en relación con los crímenes de guerra. Ignora la utilización por el ejército japonés de las "mujeres para el placer", cientos de miles de mujeres a las que se obligó a ejercer la prostitución en burdeles que el Gobierno mantenía en las primeras líneas. Resta importancia a la masacre de Nanking, cuestionando el juicio del Tribunal de Guerra de Tokio según el cual el ejército japonés sacrificó a gran número de civiles chinos después de ocupar la ciudad en 1937.

China dice que en Japón se había "inventado" un libro para "negar y tapar la historia de agresión". Corea del Norte dice que es "un insulto" a los demás pueblos de Asia. Corea del Sur lo critica por distorsionar la historia. Ante esta situación, en 1993, el Gobierno japonés comenzó a rectificar y en los libros de texto se comenzaron a variar estas posiciones. Independientemente de la resolución del conflicto lo interesante es observar la intención de políticos e historiadores. O de los historiadores a sueldo de los políticos nacionales. Lo cierto es que Japón está intentando hacer con su historia lo que el resto de los Estados han hecho desde la noche de los tiempos. Legitimar y justificar su poder a través de la utilización de la "ciencia" histórica. La diferencia está en que Japón aún no ha logrado imponer "su verdad" a la Historia. Ha vencido económicamente tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial, pero quizá necesite una victoria militar para conseguir imponer definitivamente la versión que más le conviene.

Esa versión que de momento coloca a los vencedores occidentales como los "buenos" en la película de la historia que se consume en libros de texto de la educación reglada o en los cines y televisiones en los que se educa la población en general. De momento. Posiblemente, esto será así hasta que el próximo conflicto cambie los papeles de los protagonistas. Ejemplos hay de cómo se han trocado estas maniqueas posiciones en la historia más reciente. De los acuerdos Hitler-Stalin previos a la Guerra hasta el sangrante ejemplo de Irak. Hemos sido testigos de cómo Sadam Husein se ha transformado de aliado de Occidente durante el conflicto Irak-Iran a convertirse en la mismísima reencarnación de Hitler o Stalin. O de los dos juntos. Y la verdad es que se parece... pero no menos que a otros que se tildan asimismo -de una manera muy conveniente- como defensores de valores democráticos.

3. EL NACIMIENTO DE LA HISTORIA: HISTORIAS DE LA GUERRA

Pero no deberíamos sorprendernos tanto de la vinculación entre Historia y Guerra. Ni mucho menos deberíamos extrañarnos de cómo la historia se enseña "saltando" de guerra en guerra. O cómo se pretende que la guerra sea una enseñanza y "ejemplo" para la propia historia. No tenemos más que recurrir al origen de la literatura y de la historia. Homero es un referente fundamental. Recopiló hacia el siglo VIII a.d.e. los relatos de una tradición oral que contaban una guerra que enfrentó a la ciudad de Troya con una coalición de estados griegos. Una guerra que había ocurrido quinientos años antes y que fue la última epopeya de una poderosa civilización que acabaría por desaparecer. Sin embargo la historia de la civilización Micénica y su guerra consiguieron un hueco en la historia gracias a un comerciante alemán llamado Schliemann que en 1870 encontró los restos de la mítica Troya.

Más allá de los adornos literarios de Homero sobre Paris, Helena y Menelao, existió Troya, existió la civilización micénica, y existió una guerra. Y esto es lo más importante para Homero. Él cuenta que los griegos liderados por Agamenón, el rey de Micenas, el más poderoso estado griego, embarcaron en mil naves llevando a 100.000 hombres ante Troya. Según Homero, el sitio duró diez años y al final Troya fue conquistada, saqueada y destruida.

Quizá no fuera esa la duración del sitio y que en realidad durante esos años se realizasen golpes contra ciudades aliadas, colonias y asentamientos troyanos que debilitarían a Troya hasta no poder superar un ataque final. Pero para éste análisis no es demasiado importante como se desarrolló la guerra. Seguro que la causa última de la guerra no fue que la princesa Helena huyera a Troya con Paris abandonando a Menelao, su marido y hermano del poderoso Agamenón. Algo tendría que ver la disputa por el control de Troya tenía sobre el acceso al Mar Negro. Lo fundamental es resaltar que la "guerra" es el hecho objetivo que vehicula el relato de Homero.

Posteriormente la civilización micénica queda borrada de la historia por una hecatombe que aún cuesta explicar a los historiadores. Homero escribe la Iliada y la Odisea justo después de esta Edad Oscura. En realidad lo que estaba buscando era que no se perdiera uno de los períodos dorados de la historia griega. Un tiempo en que los griegos eran capaces de enfrentarse a sus rivales y... vencerlos. Enseñanzas de la historia. Historia que se hace con la guerra. Y esa será la historia que se enseñe. Tanto en la Grecia cuna de la democracia como en la democrática España de principios del siglo XXI.

Continuando con los orígenes, no podemos olvidar a Herodoto. Es considerado uno de los padres fundadores de la Historia (con mayúsculas). Él nos deja un legado sabio. Bien es conocida su cita "ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba". Lección que debió aprender también de su historia de las Guerras Médicas. Nuevamente una historia de la Guerra sirve para construir la historia y para ofrecernos enseñanzas sobre como afrontar el presente desde el pasado.

Su relato de las guerras Médicas le proporcionó gran fama. Los Nueve Libros de Historia, la obra en sí, es una de las primeras historias escritas a tan gran escala, fue también la primera obra importante que se escribió en prosa griega. Herodoto nos ha dicho que debemos desear la paz, pero ya en los objetivos de su obra señala que quiere "glorificar" las obras humanas historiando la guerra. Más de la mitad de la obra se refiere a los antecedentes de la guerra, y el resto a la propia contienda. Es una paradoja que se reitera en otros autores.

Aunque fue criticado por incluir con exceso de credulidad cuanto le relataban, los estudiosos modernos refrendan incluso partes impregnadas de aparente "fantasía". Tenía cierta inclinación a magnificar la magnitud de los ejércitos y de los contingentes navales enfrentados en las batallas que narra y, además, aunque tendía a reflejar hechos de la tradición oral o escrita conocida en su tiempo, en ocasiones tiende a novelar imaginando diálogos entre sus personajes. Herodoto, haciendo grande a la Historia, ha conseguido hacer grande a la Guerra.

La tercera referencia es Tucídides. La otra gran aportación de la Antigüedad al nacimiento de los estudios históricos. Como es sabido, escribió una Historia sobre la guerra del Peloponeso. Tucídides pretendió que su obra fuera un tesoro para siempre. Quería la inmortalidad de su obra y al tiempo la suya. Era un autor contemporáneo a los hechos y conscientemente fue un historiador político. Lo que no debía saber es que fue uno de los primeros.

Cuando se pregunta sobre la causa última que desencadenó la guerra entre espartanos y atenienses no duda en afirmar que "fue el temor que los lacedemonios tuvieron de los atenienses, viéndoles tan pujantes y poderosos en tan breve tiempo". Tucídides entendió que, si bien en un principio Esparta se había dejado arrastrar a la guerra por sus aliados (Corinto, Mégara, etc.), Esparta era la verdadera enemiga y la verdadera causante de la guerra al lanzarse a lo que se dio en llamar una guerra preventiva contra Atenas. Con todo, Tucídides, desde el inicio de su obra, indica que la guerra era inevitable y destaca también el expansionismo imperialista y militar ateniense y, por tanto, el temor que éste suscitaba en Esparta y sus aliados. Señala que ambos bandos acudían a la guerra en un punto álgido de su potencial bélico y económico, junto al impulso de obtener más poder, caracterizado en la ambición ateniense para ampliar su imperio. La guerra como solución de conflictos y como escenario de enfrentamientos para el poder.

4. DIOS Y PATRIA: UNA EDUCACIÓN PARA LA GUERRA

Pero, ¿cómo justifican los historiadores que la guerra se convierta en objeto prioritario y "ejemplarizante" de los estudios históricos? ¿Para qué se convierte la guerra en estudio prioritario de historiadores? Volviendo a Herodoto, el objetivo de su obra y el plan que se propuso queda claro desde el principio de su libro cuando escribe que "ésta es la exposición de las investigaciones de Herodoto de Halicarnaso, para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres, y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras, así de los griegos como de los bárbaros, y, sobre todo, la causa por la que se hicieron la guerra". Tras Herodoto, Tucídides quien desde las primeras páginas de su libro afirma que escribió sobre la Guerra del Peloponeso "por creer que fuese la mayor y más digna de ser escrita que ninguna de las anteriores" y "porque las guerras anteriores (...) no las tengo por muy grandes, ni por los hechos de guerra, ni en cuanto a las otras cosas". Gloria y grandeza son las motivaciones de ambos.

Tras Herodoto y Tucídides, Polibio. Sus Historias se centran en un período que comienza con la Primera Guerra Púnica y acaban a finales de la Tercera. La finalidad de su obra, explicada por él mismo, es muy clara: "el tema sobre el que intentamos tratar es un único hecho y un único espectáculo, es decir, cómo, cuándo y por qué todas las partes conocidas del mundo conocido han caído bajo la dominación romana". Queda bastante claro. Podríamos continuar con Cayo Julio César, Salustio, Tito Livio o Tácito... la historiografía medieval, seguir con el Renacimiento hasta la Ilustración. El siglo XIX o nuestro "pacífico" siglo XX. Uno de los temas favoritos de los historiadores es la Guerra y las lecciones que nos aporta. Lecciones de las que debemos aprender. Lecciones de cómo a pesar de su horror han abierto caminos al dominio, a la grandeza, al poder...

La guerra es un asunto demasiado grave para confiárselo a los militares, decía Clemenceau. Quizá también lo sea para dejársela los historiadores que hablan de la guerra como ejemplo de grandeza de unos pueblos sobre otros, de unas civilizaciones sobre el resto, de unas naciones sobre todas las demás. Y quizá tampoco habría que dejarla en manos de los educadores que consciente o inconscientemente relacionan guerra con progreso. Progreso ligado a la grandeza de los individuos o de los pueblos. Grandeza cuyo origen es la guerra y por tanto la crueldad, el abuso o la violación.

Así, en el estudio de la historia y, por supuesto, en la educación los que peor servicio hacen a la Historia y a la Educación son aquellos historiadores y educadores que hablando de la Guerra pretenden educar para la paz, pero lo hacen de manera abstracta y superficial. Hipócrita muchas veces. Desde un pensamiento acrítico proponen la paz como alternativa para la guerra sin cuestionarse las estructuras de poder que la potencian, la alimentan y se benefician de su existencia.

Ya en su momento, el famoso historiador -y no precisamente por su progresismo- Thomas Carlyle señalaba que "la guerra es una pelea entre dos ladrones demasiado cobardes para luchar por sí mismos; así que cogen a los chicos de un pueblo y otro, los meten en uniformes, los equipan con armas y los sueltan como bestias salvajes los unos contra los otros." Por ello se necesita una educación crítica que deje en evidencia las coartadas que alimentan y justifican las guerras y las tramas de poder que se apuntalan tras ellas: si no educamos contra las "religiones verdaderas"; si no educamos contra el "orgullo nacional", contra las "patrias" (el último refugio de los bribones, según Samuel Johnson); si no educamos contra las diferencias culturales que separan y dividen en autóctonos y extranjeros; si no educamos contra la sumisión, contra la pasividad... no estaremos educando para la paz, aunque lo parezca.

Dios justificó la guerra durante siglos. La patria también. Lo continúan haciendo hoy en día. Aunque se les llame de otra manera. "Choque de civilizaciones" es la que está más en boga. Los dioses y las patrias son quienes se esconden tras los nuevos eufemismos. Los de siempre u otros nuevos. En su nombre se sigue haciendo la guerra. Esa guerra que nadie dice querer. Así, fácilmente se acaba produciendo lo que manifestaba el tristemente famoso líder nazi Goering: "Por supuesto que la gente no quiere la guerra. ¿Porqué querría cualquier palurdo de una granja arriesgar su vida en una guerra cuando lo mejor que podría obtener es volver de una pieza a su granja? Naturalmente, la gente común no quiere la guerra: ni en Rusia, ni en Inglaterra ni por supuesto en Alemania. Esto es comprensible. Pero después de todo son los líderes de los países quienes determinan la política y siempre es una simple cuestión de tiempo el que la gente se deje arrastrar, ya sea en una democracia o en una dictadura fascista, en un parlamento o en una dictadura comunista... Con voz o sin voz, a la gente siempre se la puede atraer hacia la postura de los líderes. Eso es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar la falta de patriotismo y que están exponiendo el país a graves peligros". Simple y contundente retrato de muchas de las guerras conocidas. Terrible.

Cuadro de texto: ACTIVIDADES
Coartadas para la guerra
Después de leer el artículo anterior, ver el documental LAS GRANDES MENTIRAS DEL SIGLO XX y la película Fahrenheit 9/11 

Dividiremos a la clase en cuatro grupos (A-B-C y D).  El grupo (A) investigará sobre los argumentos que motivaron la guerra en Afganistán. El grupo (B) investigará sobre los argumentos que motivaron la guerra de Irak. Intentarán buscar respuestas (en la prensa, en Internet, etc,) a los siguientes interrogantes:
Situación del país antes de la guerra.
¿Cómo se encontraban estos países antes de la intervención militar?
¿Quién gobernaba?
¿Qué tipo de gobierno?
¿Cómo se encontraba la población?
¿Cómo era la situación económica del país? 
¿Se respetaban los derechos humanos en cada uno de estos dos países? Etc.
¿Qué males se denunciaban para argumentar a favor de la intervención militar?
¿Qué se pretendía con la intervención militar?

Situación del país después de la guerra

El grupo (C),  investigará sobre la situación en la que se encuentra en estos momentos Afganistán, respeto de los Derechos Humanos, situación de la mujer, situación económica, quién gobierna, etc.

El grupo (D), hará lo mismo con Irak. Buscará información de cómo se encuentra en estos momentos este país.
     
Una vez recopilada toda la información se hace una puesta en común, un día expondrán el grupo A y C y otro día los grupos B y D, entre todos/as analizarán los motivos de la guerra y valorarán si un hecho tan terrible como este ha estado justificado. Por último harán un intento de buscar otras formas para dar respuesta a los problemas que se pretendían resolver con la violencia.

Si no somos capaces de romper con estas claves estaremos colaborando en la justificación del imperialismo. El discurso pedagógico construido alrededor de la guerra como eje de la historia se convierte en un instrumento más al servicio del poder. Así, estaremos reforzando la soberbia nacional que justifica el dominio o la exclusión de los unos sobre los otros. Estaremos, en definitiva, bendiciendo las banderas de los que preparan el camino a lo que es una guerra: un asesinato en masa. Tolstoy, en este sentido, decía que "el patriotismo es el principio que justifica el entrenamiento de asesinos al por mayor". Y un crimen en masa nunca puede ser el progreso y, por tanto, tampoco puede ser la base de la Historia ni de la Educación.

Bibliografía

-  Collingwood, R. G. Idea de la historia. F. C. E., México, 1952.

-  "Agustín" de R. A. Markus, en el libro de O’Connor, D. J. Historia crítica de la filosofía occidental. Paidos, España, 1982.

-  Heródoto. Los nueve libros de la historia. Barcelona, Lúmen, 1981.

-  Tucídides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Iberia, España, c1963.

-  Polibio. Historia universal: Durante la República romana. Orbis, España, c1986.