quinquenio, los dos países han sido el primer y tercer importador del mundo. Aunque el gasto militar chino es muy superior al indio y al surcoreano, Pekín es solo el segundo importador mundial, debido a que tiene una mayor capacidad de producción interna. La bonanza económica latinoamericana también ha propiciado un incremento del gasto.

             Jackson señala que las compañías del sector tienen definidas sus estrategias para aprovechar el tirón de los países emergentes. La francesa Dassault, por ejemplo, acaba de ser seleccionada por Nueva Delhi para la compra de 126 aviones de combate Rafale, un contrato que se estima rondará los 15.000 millones de euros.

             Pero, incluso en Occidente, el recorte podría no ser tan acentuado como la crisis deja imaginar. Algunos países han anunciado marchas atrás en compras de armamento ya planificadas. Italia quiere reducir de 131 a 90 el número de cazas F-35 que comprará en los próximos años. Estados Unidos también está revisando importantes programas de adquisiciones. “Pero, en general, los recortes en el gasto militar no significan necesariamente recortes en la compras de armas”, señala Jackson. Este es un tipo de recortes que se enfrenta a grandes resistencias. No solo por la voluntad de equipar a las fuerzas armadas con nuevo armamento, sino también por la voluntad de mantener vivos y en la vanguardia los ciclos de producción de empresas consideradas estratégicas.

             Así, la crisis ha ralentizado el crecimiento del sector, pero no debería hacerlo retroceder. Entre las principales 100 empresas del sector, 44 son de EE UU y 30 de Europa occidental. Las españolas Navantia e Indra figuran, respectivamente, en el puesto 45 y 84. Lockheed Martin, BAE Systems y Boeing son las primeras tres de la lista. Desde 2002, la facturación de las principales 100 compañías —que juntas representan la abrumadora mayoría del negocio del sector— ha aumentado un 60%, según datos del instituto de Estocolmo.

España gastó en 2011 más de 17 mil 
millones de euros en el sector militar

                 En esta época de recortes y ajustes, es cuando se hacen más evidentes las prioridades de los que nos dirigen. Una buena prueba de esto es lo que sucede con el gasto militar. Abrimos esta reflexión al hilo de la celebración el 30 de enero del Día de la Paz y la No Violencia, una conmemoración que se celebra con gran entusiasmo en los colegios, pero que pasa con gran indiferencia ciudadana en las calles.

             Vivimos tiempos de ajustes en los que se ponen en cuestión servicios tan básicos para la sociedad como la sanidad, la educación o la protección social. Por eso, algunas cifras resultan escandalosas. Por ejemplo, el gasto militar en España en el año 2011 fue de 17.248 millones de euros, un 1,62% de nuestro PIB y un 4,76% de los Presupuestos Generales del Estado. Esto se traduce en un gasto de 47 millones al día en inversiones armamentísticas. Para poner en valor esta cifra, podemos apuntar los presupuestos de algunos ministerios: Sanidad y Política Social, 2.553 millones de euros; Educación, 2.797; o Justicia, 2.564.

             Según los datos que facilitó el anterior secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez poco antes de dejar su cargo, la deuda que arrastra España por sus compromisos en gasto militar llega a los 36.000 millones de euros. Al firmar esos contratos con la industria armamentística, España aceptaba un escenario de pagos. La generación de esta deuda comenzó con el Gobierno de José María Aznar. Se pensó que España debía modificar su defensa, es decir, comprar nuevas y sofisticadas armas mediante unos programas de inversión (el avión de combate europeo Eurofighter, las fragatas de proyección y multiusos F100 y los carros de combate Leopard). Se trataba de reformar el ejército español para hacerlo más profesional y moderno. Para financiar este proyecto, se ingenió una original fórmula de pago: se comprometían diversos programas con las principales industrias militares, aplazando su entrega y su pago en el futuro.

             Uno de los inconvenientes de esta fórmula reside en que los pagos nunca se vuelven obsoletos, las armas, sí. Es decir, para cuando se pactó la entrega del armamento, éste ya quedaba viejo, por lo que había que planificar una nueva inversión. Sin embargo, las deudas se mantienen. Por otro lado, Defensa queda atada durante años a estos programas de inversión, sin margen de maniobra. Aznar impulsó esta política (el 51% de los actuales créditos) y Zapatero la continuó. Un círculo vicioso porque siempre habrá que volver a comprar armamento nuevo.

             Lo más curioso de todo es que el actual ministro de Defensa era secretario de Estado de ese ministerio cuando comenzó esta peculiar política de renovación de nuestro ejército. Él era el encargado de las compras y de los contratos.

             Ahora vuelve al Ministerio, esta vez como máximo responsable, por lo que será el encargado de buscar una salida a la abultada deuda. Él la creó y él la solucionará ¿Y a qué se dedicó Morenés mientras salía y entraba en el Ministerio de Defensa? Pues, entre otras cosas, a dirigir los destinos de la empresa MBDA, un emporio que construye misiles y demás armas. Pocas semanas antes de que Morenés volviera a Defensa, su empresa, MBDA, demandó al Estado español por daño emergente y lucro cesante, al haber renunciado a la fabricación de las dañinas bombas de racimo. MBDA exigía una indemnización de 40 millones de euros.

Fuente: Distrito 19, febrero 2012, Nº 149, página 8. www.distrito19.org

             Van apareciendo las curiosas reacciones del militarismo a los gastos de defensa.

             En el análisis de ateneadigital se señala que los gastos de defensa son la cenicienta del presupuesto y que cada vez se alejan más del ideal de gastar anualmente al menos diez mil millones de euros para mantener la “operatividad” de las fuerzas armadas.

             Ello nos merece varios comentarios:

Primero, el cinismo y la manipulación del partido tácito militar al respecto: Los gastos militares españoles no son los que refleja el presupuesto del ministerio de defensa y ellos lo saben y lo ocultan.

             Como hemos destacado en otras ocasiones el gasto militar español supera en dos y hasta tres veces el presupuesto del Ministerio de Defensa y se encuentra oculto en partidas de otros ministerios y capítulos de los Presupuestos Generales del Estado.

             Podríamos usar diferentes criterios para consignar qué se entiende por gasto militar y, por ello, qué otras partidas fuera del presupuesto de defensa lo componen, pero sólo siguiendo el criterio de la OTAN sobre las partidas del gasto militar nos encontramos con que lo presupuestado para gasto militar este año supone más de 15.000 millones de euros (frente a los 6.316,45 millones de euros del presupuesto del ministerio de defensa). Pero, más aún, si al criterio OTAN le sumamos otras partidas como lo que diversos ministerios consignan como partidas susceptibles de uso militar, las transferencias a Comunidades Autónomas y Ayuntamientos que tienen que ver con los ejércitos, lo que consignan como ayuda ecológica pero se destina a bases militares, las partidas que van en la AECID pero sirven, por ejemplo, para construir hospitales de uso militar u otras cosas que se hacen en apoyo de injerencia humanitaria, el presupuesto subiría. Y más aún si consignamos los gastos que se destinan a lo que se ha venido conociendo como “control social” de la población, como pueden ser policías, material antidisturbios, frontex, cárceles, etc. Si a ello sumamos la amortización de créditos militares (36.000 millones que se deben a la industria militar) y el porcentaje que le corresponde de la deuda pública (dinero que ha tenido que comprar el Estado para pagar la deuda que tiene), la cantidad no sólo es grande, sino escandalosa.

Segundo: El ocultismo y la opacidad del gasto militar. Se sigue, desde los medios militares, disfrazando el gasto militar en partidas dispersas y ocultas que dificultan saber la magnitud real del mismo.

             Puedes consultar la distribución de los gastos militares de España en el presupuesto de 2012.

Pero, además, es que el gasto presupuestado es siempre inferior al gasto ejecutado: Es decir, se gasta más de lo que se presupuesta y se acude para ello a los llamados fondos de contingencia y créditos extraordinarios con los que se sufragan intervenciones en el exterior (por ejemplo, operación Atalanta o invasión de Libia, que no tenían presupuesto asignado y se llevaron más de 500 millones de euros el año pasado; operación en Líbano o en Afganistán, que superaron en más de 4 veces lo presupuestado, etc).

Tercero. El mito de la operatividad, coartada de un gasto desmesurado.  Se dice que el ejército con sus presupuestos no está en situación de operatividad y ello exige una corrección al alza del presupuesto militar.

             Si esta falta de operatividad fuera cierta, si además fuera cierta desde hace más de diez años como nos vienen diciendo estos apologetas del desastre, y si además fueran ciertas las hipótesis militaristas que predican que nos van a invadir y que un ejército se justifica como el único instrumento de disuasión para que el enemigo ni lo intente, a estas alturas estaríamos ya sometidos a otra potencia militar.

             O una de dos, o la operatividad no se ha resentido (principalmente porque el gasto militar es desmesurado e incluso nos permite impulsar la marca España como el sexto exportador de armas del mundo y participar en invasiones variopintas con los ejércitos españoles), o el mito del enemigo se cae por su poco peso y da lo mismo que el ejército tenga mucho o poco presupuesto porque ningún enemigo quiere invadirnos.

Cuarto, ¿la cenicienta del presupuesto? Mucho nos tememos que la cenicienta del presupuesto son los gastos vinculados a las necesidades sociales de la población y al avance en derechos y en libertades, supuestamente los pilares que justifican el Estado y la Constitución.

             Si comparamos gasto militar social  de España, veremos una curiosa diferencia en la comparación que deja muy mal al gasto militar.

             El gasto militar, probablemente, también forma parte del cuento de la cenicienta. Su actitud, en concreto, es la de la madrastra y sus palmeros parecen más bien, las hijas de aquella.

España gastará en 2012 más de 17 mil 
millones de euros en el sector militar
¿Dónde están los recortes para los mercaderes de la muerte?12367894162Cuadro de texto: GASTO MILITAR ESPAÑOL PARA 2012
17.020,86 Millones de eurosNº 221MAYO - 2012